Vivimos en un mundo obsesionado con las proteínas. Por todas partes, insistentemente, nos presionan desde los periódicos, las revistas, las televisiones, exaltando las virtudes de las proteínas, de tal manera que parece que sin ellas no es posible vivir de modo saludable y “moderno”. Y, por supuesto, proliferan tiendas especiales, herboristerías, y farmacias en las que se ofrecen preparados multiproteínicos de cien mil clases y de sabores diversos.
Se nos dice que las proteínas son necesarias para la salud, que sirven para recuperar o no perder masa muscular, y por eso son adecuadas para personas con problemas que necesitan un suplemento, en forma de suspensiones, batidos, polvos, barritas ricas en proteínas, etc. y se les aconseja, además, una dieta variada con alimentos ricos en proteínas. Pero lo que hace furor increíble son los preparados superproteínicos especiales para las personas que desean tener unos músculos de campeonato y poder lucirlos en playas y piscinas. En este último caso se llega, en ocasiones, a situaciones realmente obsesivas y ridículas.
Muchas amas de casa van tomando conciencia de que deben dar a las familias comidas de gran valor alimenticio, y por tanto, con unos contenidos deseables de proteínas, además de los otros componentes necesarios como son las grasas, aceites, hidratos de carbono, azúcares, vitaminas, etc. (y que sean “bajos en colesterol” !!!!). Toda revista o medio que se precie “debe” tener una sección específica recomendando alimentos ricos en determinados componentes, y dietas que aporten todos los compuestos esenciales al cuerpo humano, sin que falte ninguno. Da la impresión de que hay que ir en busca de las proteínas y de las calorías, aunque no tienen nada que ver una con otra. Para algunas personas es una auténtica obsesión la composición de los alimentos, y tratan de compensar y mezclar unos con otros, hasta llegar a alcanzar una dieta perfecta.
Ante este panorama obsesivo sobre el mundo proteínico, y si casi todo se dice que tiene proteínas, cabe preguntarse, por ejemplo, si hasta los ajos las tienen. ¿Ustedes qué creen?
Si han dado una respuesta afirmativa han acertado con la solución correcta: ¡¡¡Los ajos también tienen proteínas!!! (¡Menos mal! ¡A respirar tranquilos!). La verdad es que el contenido en proteínas de los ajos es una ridiculez, pero algo es algo. Llega todo lo más a un cinco por ciento; es decir, que de cien gramos de ajos, solo unos cinco son proteínas. Esto es poquísimo si lo comparamos con el jamón ibérico o el lomo embuchado en los que casi la mitad son proteínas, o de algunos quesos (que tienen un poco menos que los anteriores), o algunos yogures especiales (un tercio son proteínas).
No obstante, hay muchos alimentos de contenido en proteínas parecido e incluso inferior a los ajos. La sandía, por ejemplo, no llega ni a un gramo por cada cien gramos, algo parecido es el contenido de las naranjas, o de las berenjenas, los calabacines, las peras, las manzanas, etc. etc. ¡¡¡¡ y de los refrescos de Cola!!!! Prácticamente todos los alimentos tienen proteínas. Y conviene conocer su tipo, su contenido y su función.
¡Hay mucho que hablar sobre las proteínas! Y se debe hablar porque son uno de los componentes fundamentales de la nutrición, el desarrollo y el buen funcionamiento del organismo humano. Paso a paso iremos hablando de este mundo, y, como siempre, nos llevaremos grandes sorpresas.
Por: El alquimista molecular
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